Si ya la semana pasada se impuso en el primer Masters 1000 sobre arcilla roja en Montecarlo, con una gran superioridad en todos sus partidos y con la sensación de que su juego iba a más, como demostró en la impresionante final que vivimos entre el manacorí y David Ferrer y que se ha confirmado esta semana pasada en Barcelona. Nadal ha ido derrotando a todos sus rivales con gran autoridad, con un objetivo único: conseguir un nuevo título.
De esta forma, y después de derrotar a la gran revelación del torneo, Ivan Dodig, Rafa se presentaba en su sexta final en sus últimas seis participaciones (aunque el año pasado no participó, sí que es el campeón de las cinco anteriores). Enfrente tenía a otro de los tenistas más en forma y que está teniendo un 2011 impresionante, un David Ferrer que en semifinales se imponía a un gran Nicolás Almagro, que por primera vez se coloca en el Top-ten. Las expectativas, por tanto, no podían ser mejores y más aún después de la increíble final vivida siete días antes en el principado.
Desde el principio se vio que Nadal está a otro nivel sobre este tipo de pista y que da igual el rival que tiene enfrente, él lleva un ritmo constante que acaba destrozando al otro tenista. Ferrer comenzó a por todas, con el mismo gran juego que ha demostrado en los últimos torneos, con golpes fuertes, gran precisión y mucha presión sobre el rival. Ello le llevó a tener dos bolas de break para el 2-0. Sin embargo, el número uno del mundo logró salvar la situación y empezó a sacar un tenis contra el que el alicantino poco podía hacer. Nadal aprovechó las ocasiones de las que tuvo de break para llevarse con bastante facilidad el primer set por 6-2.
En la segunda manga, David cambió su estrategia y empezó a atacar más, en vez de resignarse a una batalla de golpes desde el fondo en la que tenía todas las de perder. De esta manera, el número seis del mundo empezó a subir mucho más a la red para meter presión a Rafa. Este cambio en su juego le dio resultados ya que logró a ponerse con 4-2 y dos bolas para el 5-2. Sin embargo, en ese momento Nadal demostró porque es el número uno del mundo con una reacción soberbia que le llevó no sólo a romper ese saque sino a encadenar cuatro juegos seguidos que le dieron el definitivo 6-4.
Título número 31 sobre el polvo de ladrillo, superando de esta manera a dos grandes nombres como Manuel Orantes y Bjorn Borg. La próxima semana en Madrid, Nadal será de nuevo el gran favorito para seguir alargando su leyenda.
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