
La final del US Open nos dejó una de las finales más espectaculares de los últimos años (aunque sin alcanzar el nivel de la final de Wimbledon entre Federer y Nadal, partido que todos los expertos señalan como el mejor de la historia del tenis), con dos jugadores peleando hasta la extenuación y ofreciendo puntos increíbles que quedan para el recuerdo. El tercer set ofreció unos niveles de emoción y de calidad que hizo levantar a todos los espectadores del estadio Arthur Ashe.
Con esta victoria, Djokovic consigue su tercer Grand Slam de la temporada (Australia, Wimbledon y ahora este US Open), décimo título del año y eleva a 65 sus victorias durante este año, con tan solo dos derrotas. Unos números increíbles, del gran protagonista del 2011 en el circuito masculino. 'Nole' ha demostrado un nivel de juego, una forma física y un capacidad de concentración realmente envidiables. Sólo le podemos poner un pero, su tendencia a utilizar artimañas, como cuando ayer pidió en dos ocasiones la asistencias del fisioterapeuta al finalizar el tercer set, justo en el momento que Nadal comenzaba a amenazar el partido. El gran nivel que demostró luego Djokovic demostró que seguramente no tenía ninguna molestia y la única intención era parar el ritmo del balear.
El partido comenzó con la sombra de las cinco victorias que había infringido el de Belgrado a este Nadal este año en otras tantas finales. Esa tendencia parecía que se iba a repetir en esta final, y, además, con cierta facilidad para el serbio. El español no encontraba las buenas sensaciones ni con su derecha, ni con un saque muy débil que supone un importante hándicap cuando te enfrentas a un jugador que no falla casi ningún resto y te las devuelve con tanta potencia. A pesar de ello, el espíritu combativo de Rafa le permitió romper el saque de su rival en numerosas ocasiones. El problema es que no aprovechó ninguna de ellas, ya que siempre en el juego siguiente lo perdía él de nuevo también.

Con este panorama, Djokovic presentaba todo su arsenal de golpes de todo tipo: derechas, passings, voleas, revés cortados... Con una gran precisión en cada golpe, el serbio no tenía ningún problema en imponerse en las dos primeras mangas por 6-2 y 6-4. A pesar de la comodidad en el marcador, el final del segundo set nos mostró las primeras señales de que el partido podía cambiar, ya que Nadal comenzó a ser más agresivo. Y así fue, cuando todo el mundo esperaba un tercer set sin historia, Nadal demostró porque es el grandísimo jugador que lleva siendo tantos años. A pesar del resultado y el cansancio, comenzó a jugar mucho más duro, sacando a relucir golpes impresionantes de un número uno.
Gracias al encomiable espíritu de lucha del manacorí, pudimos asistir a un tercer set increíble que tuvo de todo. Los dos tenistas nos ofrecieron un espectáculo como pocas veces se han visto, con puntos eternos, en los que nadie fallaba y con golpes cada vez más brillantes. El partido se igualó enormemente, y en la mirada de Nadal se notaba que todavía creía en la remontada. Rafa nos dio una nueva lección de orgullo y de espíritu de lucha. A pesar de ello, Djokovic sacó para ganar el partido en el undécimo juego. Nadal no solo logró romper el saque a Novak, sino que con un increíble nivel de juego, consiguió llevarse esta tercera manga en el tie-break. Los más de 20.000 espectadores vibraron con el juego de los dos tenistas, y reconocieron con largas ovaciones el tremendo esfuerzo de Nadal.

Djokovic se empezó a dar cuenta que venía un huracán y aprovechó la normativa (un poco injusta en estas ocasiones) para pedir la asistencia del fisio en dos ocasiones. Cuando mejor estaba Nadal, esas interrupciones le permitieron romper el ritmo al mallorquín y de paso coger aire. El pupilo de Marian Vadja volvió a ponerse en modo rodillo y a pesar de las supuestas dolencias golpeó más duro y corrió más que nunca. Mal gesto que del serbio, que seguramente no hubiera necesitado. Nadal, en cambio, sí que mostraba claras molestias en los isquiotibiales, pero como el caballero que es, no puso excusas y no paró el juego en ningún momento. Corrió y corrió hasta el último suspiro por intentar resistir a la máquina que tenía enfrente.
Al final, 6-2, 6-4, 6-7 y 6-1 en cuatro horas y diez minutos de gran partido. El serbio se corona justamente con su primer US Open y demuestra el por qué ahora mismo es el mejor jugador del mundo. Nadal, se tiene que quedar con el gran torneo realizado, con la mejora notable en sus juego y con el hecho objetivo que solo un imparable Djokovic le ha impedido realizar una estratosférica temporada de nuevo. Pero el balear siempre se plantea nuevos retos, y a buen seguro el próximo año buscará cambiar la situación. A la mínima que Djokovic baje un poco el nivel, el español estará ahí para ganarlo.
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